Una obra inspiradora que refuerza nuestra conexión con el mundo natural y nos recuerda el placer que produce perderse en él, el valor de no tener ningún plan y la sabiduría necesaria para dejar que nuestro instinto nos guíe con libertad tanto en la vida como en el arte.
Publicada por primera vez en 1979, El árbol, una de las pocas obras en las que el novelista John Fowles exploró el género ensayístico, supone una reflexión enormemente provocativa sobre la conexión entre la creatividad humana y la naturaleza, además de un poderoso argumento contra la censura de lo salvaje. Para ello Fowles recurre a su propia infancia en Inglaterra, en la que se rebela contra las estrictas ideas de su padre, que vive obsesionado con la «producción cuantificable» de los árboles frutales, y en su lugar decide abrazar la belleza de la naturaleza no modificada por el hombre. El árbol es una obra excepcional que nos lleva por los vericuetos de la creación, del descubrimiento de las fuentes de la inspiración, de las claves de la escritura, y todo ello a través de un recorrido por los espacios naturales más salvajes que acompañaron al autor durante su vida.
(Editorial Impedimenta)
“Los bosques son en sí mismos espacios muy sensuales […] Los dos grandes medios más empleados en la actualidad para reproducir la realidad, es decir, la palabra y la cámara, son absolutamente insuficientes en este caso. Es evidente su incapacidad para captar el sonido (o la ausencia de sonido), los aromas, las temperaturas y los ambientes, lo universal, los diferentes niveles del ser en ese ascenso vertical que se eleva desde el suelo y llega hasta la parte más alta del árbol, en la variedad de las distintas formas de vida y la sutileza de las interrelaciones. […] Los bosques son como el mar, demasiado diferentes e inmensos en cuanto a sus desafíos sensoriales […] Ningún visor, ningún papel ni ningún lienzo pueden atraparlos. Imposible enmarcarlos.”
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